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3918830 EMC - Ginecología-Obstetricia 2012 14 Pages PDF
Abstract
La alimentación de una mujer embarazada difiere poco de la de la población general. Aunque son necesarios aportes energéticos suplementarios para el desarrollo del feto y de sus anexos (2.200 a 2.900 kcal/d en total), la proporción de lípidos, glúcidos y proteínas es similar. Hoy en día se conocen las consecuencias de la nutrición de la madre para la salud ulterior del hijo en la edad adulta, que justifican que se tengan en cuenta los aspectos cualitativos de los aportes nutricionales durante el embarazo. Entre los lípidos, hay que preferir los ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga de la serie n-3 (llamados «omega 3»), que favorecen el desarrollo visual y cognitivo de los niños. En cuanto a los glúcidos, su consumo tiene una repercusión directa en la glucemia materna posprandial, que es perjudicial para el feto si es muy elevada. Por consiguiente, el consumo de glúcidos tiene que ser moderado y hay que privilegiar los alimentos con un índice glucémico bajo. Hay que completar la alimentación con un aporte sistemático de folatos y de vitamina D. Por el contrario, no es necesario prescribir hierro, salvo en caso de anemia por carencia de dicha sustancia. También hay que respetar algunas reglas de seguridad sanitaria de los alimentos. La mujer embarazada puede disminuir su ingesta de metilo de mercurio evitando los grandes predadores como el pez espada o el pez aguja, pero corresponde a la industria agroalimentaria el control de las concentraciones de dioxinas y de contaminantes orgánicos en su propios productos. Por último, el médico o la matrona pueden recomendar medidas de seguridad alimentaria que permitan evitar una contaminación de los alimentos por Listeria monocytogenes y por Toxoplasma gondii en las mujeres no inmunizadas.
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Health Sciences Medicine and Dentistry Obstetrics, Gynecology and Women's Health
Authors
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