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4131888 EMC - Pediatría 2013 12 Pages PDF
Abstract
La toxoplasmosis es una infección parasitaria cosmopolita que afecta a entre un tercio y un cuarto de la población mundial. Las fuentes de contaminación múltiples (carne, agua, tierra, verduras) explican la adquisición a menudo precoz de la infección en el transcurso de la vida. La infección adquirida suele ser benigna y asintomática, aunque puede producir linfadenopatías. En Francia, por ejemplo, la toxoplasmosis congénita adquirida tras la infección materna durante el embarazo afecta a alrededor de 300 niños cada año. Al nacer, más del 80% de ellos no tiene signos clínicos, pero alrededor de un 25% desarrolla coriorretinitis. Las formas graves de toxoplasmosis congénita, neurooculares o diseminadas, son infrecuentes en Francia. Las lesiones oculares, sean adquiridas o congénitas, son más graves y más precoces en otros países, sobre todo de América del Sur, debido a la presencia de cepas más virulentas. Ante la ausencia frecuente de signos clínicos, el diagnóstico de la toxoplasmosis congénita se basa en pruebas biológicas efectuadas en laboratorios especializados. En un niño cuya madre sufrió una seroconversión durante el embarazo, sólo la desaparición completa de las inmunoglobulinas G (IgG), anticuerpos antitoxoplásmicos, permite descartar el diagnóstico de toxoplasmosis congénita. La conducta actual consiste en tratar al recién nacido durante el primer año de vida con una asociación de sulfadiazina-pirimetamina o de sulfadoxina-pirimetamina. Este tratamiento no está exento de toxicidad y su eficacia no ha sido demostrada. Las lesiones oculares pueden aparecer o recidivar bajo tratamiento. Es fundamental, por tanto, prevenir la toxoplasmosis congénita, sobre todo ofreciendo consejos de higiene a las mujeres embarazadas seronegativas.
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