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9094925 EMC - Anestesia-Reanimación 2005 17 Pages PDF
Abstract
Una anestesia general resulta más profunda cuanto mayores son las dosis administradas. Sin embargo, la misma profundidad no se logra con las mismas dosis en todos los pacientes, ya que depende de su edad, peso, enfermedades subyacentes, fármacos asociados, etc. Así pues, vigilar la profundidad de la anestesia permite ajustar las dosis a las necesidades de cada paciente para evitar, al mismo tiempo, la sobredosificación y la infradosificación. La vigilancia clínica se basa en dos componentes principales: por una parte, la pérdida de conocimiento, que se calcula en tiempo real por la pérdida de respuesta a las órdenes y, a posteriori, por la amnesia del período peroperatorio; por otra, la reactividad a los estímulos dolorosos, estimada gracias a un movimiento o a una activación del sistema nervioso autónomo. La vigilancia farmacológica consiste en describir los efectos clínicos de los anestésicos a las concentraciones estimadas a nivel del sistema nervioso central; la relación que los une es estable a lo largo del tiempo. La vigilancia neurofisiológica mide algunos efectos de los anestésicos sobre el sistema nervioso central. Estos efectos se basan en: el electroencefalograma (EEG) espontáneo (análisis biespectral, entropía, etc.), los potenciales provocados auditivos (PPA), el tono neurovegetativo que se calcula por la variabilidad del período cardíaco, la pupilometría, o el tono del esfínter esofágico inferior y el metabolismo cerebral. El EEG y los PPA aparecen en la actualidad como los dos signos neurofisiológicos que más se utilizan de rutina. Sus resultados predictivos son buenos sobre la pérdida de conocimiento, pero predicen mal la reactividad, motora o neurovegetativa, antes de la aplicación del estímulo doloroso.
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